miércoles, 24 de abril de 2013


Yo no creo que el amor muera. 

Yo no creo que el amor muera. Cuando es sólo enamoramiento se pasa la memoria
como jugando a contar cuentos, cuando el enamorado cree que será el único
objeto amado. Pero si el centro afectivo giró toda una época gris y a veces amarilla
en torno a un mismo cuerpo, a una misma manera de ser así, es imposible que
desaparezca la presencia de un amor que fue como movimiento de alas, arriba para
ver el mundo como lo único que roba la felicidad al feliz. Tanto amor queda en las
cicatrices que el alma va tomando un color negro de boca cerrada, y no hay
manera de escaparse de la muerte.

Cómo olvidar el combate de las pieles en veranos claros y oscuros inviernos?

No me busques a través de otra forma porque sólo así, cansado y repelente, serio
y morados los ojos como las uvas que nunca comimos juntos pero que fueron
completamente consumidas, sólo así habrá en tu espíritu el camino que buscaste
como un animalito de carne.
Darío Lemos

Los Cantares del Cantor

Tu cabello es morado como los mortiños.
Tu frente es verde como una lisa pizarra negra.
Tus cejas arqueadas son como una pelota lanzada por Pelé.
Párpados azules y pequeños para cerrar y abrir los ojos lentamente amarillos
Nariz de pavo más real sin luz, pero mirando siempre las cuchillas
Boca de vaca blanca y dientes de leche.
Cuello de árbol.
Cuerpo rojo.
La piel organiza tu territorio selvático.
Yo para vivir en la tierra conocí una niña
y estuve con ella ocho años bajo el cielo
que ya se acostumbraba a nuestra furia.
Hoy, ya
somos, tres.
El vientre de la niña padecía como un globo que se infla para lanzarlo al aire.
Pero Boris salió por su vulvita oscura.
Ya no podré viajar a Pakistán personalmente
pero no ruede la salchicha más.
Es mejor quedarse sentado sobre el sol
recibiendo energías por el recto,
y que por fin sean alas nuestros miembros.
La vida es un papagayo bebiendo maracuyá caliente
En un vaso donde sirvieron una nube y no hielo.
Nuestro vaso etéreo.

Darío Lemos.
Poema de mi idiotez

Estoy desesperado porque no llueve,
porque Dios se olvidó que Darío calla si no llueve.
Estoy marihuano;
siento en el estómago alacranes y fósforos de guerra
espero suicidarme cuando acabe el cigarrillo.
Ahí va...
Voy llegando a cualquier cafisio último.
Las glándulas arreglan sus ropas para el viaje.
Voy a vivir al otro lado.
También hay cine
y la cerveza es sangre de las vírgenes.
Dios necesita un compañero loco
que le ayude a ponerse sus manoplas
y lo lleve cuando ebrio a su buharda.
Me voy en el bus del infierno.
No quiero morir sin comer mandarina
con yodo y con alambre,
sin comerme un búho asado al calor de unos brazos.
No me gusta el frente de las casas.
No me importan sus avisos de neón ni sus maridos.
Hablo con mi boca.
Fumo con mis ojos.
No quiero ver mujeres con los brazos lelos.
Cuando muera
el cigarrillo estará fumado,
esfumado.
Me duelen los kilómetros que anduve cuando viejo.
La barba está amarilla.
La luna es una aguja.
Descubrí la América.
Mi cerebro está lleno de humo y de cemento.
Estás espléndido hoy, Darío Lemos,
el mundo se mira en tu rostro de habichuela
y los helados de nevera se aman en el frío.
El cigarrillo se acabó
y yo me suicido.
Adiós maga.
Adiós muerte.
Me suicidé hace un momento
y ahora vivo conmigo y con Darío. 

Darío Lemos.
CARTA A UN JUEZ
Érase que se era un joven poeta que terminó muy pronto, érase que se era también un juez joven sin estola, sin impertinentes, sin martillo. Para mí es una necesidad orgánica escribir, la única manera de comunicarme con las personas que ahora son los que me determinan. A mi esposa escribo poemas largos y negros, a mi hijo Boris pequeños poemitas muertos; y como esta trilogía está en sus manos, usted es mi conciente. Voy a escribirle no como a un juez, sino como a una persona:

¿Hasta cuándo estaré confinado en estos tristes arrabales del pensamiento más vulgar? A esta hora los presidiarios cantan, y sus cicatrices brillan como estrellas que perdieron su control en el espacio, y yo miro las rejas oxidadas que me separan del mundo de los hombres felices que viven bajo el sol y mi alma se asfixia como una mariposa lanzada por ventiladores. Tengo la sensación de no haber nacido o haber muerto de un momento a otro. Yo no entiendo el mecanismo de los códigos; pero un concepto puro del hombre me dice que no debo ser llevado a la oscuridad, donde los condenados esperan una fecha lejana para realizarse, para mirar el cielo y sentir que Dios existe.

La justicia ha sido inventada por el hombre; pero lo justo nace con el hombre. La justicia es necesaria mientras la mirada de estos delincuentes natos con quienes convivo ahora, tenga ese brillo opaco que denuncia almas perdidas, sin conciencia. Yo tengo demasiada conciencia para vivir limitado por muros, mi espíritu tiene alas muy largas y la vida me parece bella. Merezco vivir Señor Juez.

Estos delincuentes que caminan y duermen conmigo en este infierno, me hacen comprender que la sociedad está enferma, que la sensibilidad lleva a la persona a los más complicados laberintos de donde sólo escapan aquellas que tienen capacidad de comprender lo bello. Aquí sólo miro cáscaras y cicatrices, porque no me atrevo a levantar la cabeza para encontrar que el cielo todavía es azul; mientras lo que más me duele Doctor, es sentir que no me pertenezco, no soy mío, soy de mi pequeño y dulce Boris, un niño de carne tibia y perfumada que me ha sacado de un vacío en donde estaba hundido, cuando la angustia existencial apretó con sus tentáculos a mi mente que comenzaba a leer a Marx, a Freud, y a todos esos señoritos.

Mi libertad es de mi hijo, porque él compensará el trauma de mi infancia, porque yo era un nene sonámbulo y nervioso que azotaban, y mis padres ignorantes no tenían la culpa de destruir su embrión, aniquilando mi naturaleza. Pero la compensación llegó cuando mi hijo hacía ejercicios en el vientre de mi esposa que ahora llora como un venado extraviado en la soledad.

Usted comprenderá que mi mundo no es este doctor, y confío en que pronto lanzará mi espíritu a la luz.
Darío Lemos.
(Texto inédito, transcrito de una grabación de la lectura que de su carta hiciera el poeta Darío Lemos, en una conferencia en la Universidad de Antioquia, aproximadamente en 1987)

Darío Lemos: “Cuando el poeta muere”,

Darío Lemos: “Cuando el poeta muere”, por Víctor Bustamante


  • Sí, Darío Lemos otra vez. Transgresor como ninguno: tierno y sumiso cuando le convenía, iconoclasta desde su poema Yo soy Darío Lemos, al cual permaneció fiel. Mentiroso, vividor, tránsfuga para aprender a sobrevivir en la calle. Ningún poeta en el país ni en ninguna parte fue tan transgresor: repudió y fue repudiado por su familia; sus amigos le sacaron el cuerpo por ser el buen ladrón como lo definió su gran amigo; habían olvidado que su gurú había dicho que los nadaístas eran locos y peligrosos. Inventó nuevas metáforas y un nuevo lenguaje como ninguno de su generación. Nunca fue premiado, ni becado; lo cual sería inaceptable en un espíritu fiel y rebelde hasta el último minuto de su vida; desolada para unos pero exuberante para él.
  • Nunca escribió protegido por nadie, nunca obtuvo un reconocimiento, nunca fue jurado de nada porque el país cultural, perdón, gutural de su momento no lo vio. Nunca escribió por encargo, ni por deseos de figurar, y sin ninguna subvención y por eso es doblemente valioso.<BR>Fue mas allá, no hasta el límite sino que se hundió en el abismo. Rimbaud, el poeta que más menciona y, a veces detestable, se convirtió en mercader de esclavos. Baudelaire vivió celoso de su madre; Verlaine se reconcilió con su esposa y sus suegros y, no sólo hizo célebre a Rimbaud, sino que vendió su poesía y lo imitó sin ser un mito. Lemos simplemente se abandonó.
  • Ninguno de ellos fue hasta el abismo y ningún escritor, fue hasta esa utopía, siempre en busca de algo nuevo como diría Baudelaire. Tal vez Artaud, tal vez Genet, Celine, Barba Jacob, Bukowski se hundieron en el fango de sí mismos para sacar y exprimir nuevas metáforas y escribir con el corazón transgresor.<BR>Ningún poeta en ninguna parte fue como él capaz de asumir su maldición, que era su perversidad interior. Destruyó sus castillos interiores, familia, amor, amistad. Siempre permaneció fiel así mismo como una cárcel, su cárcel y su condena. Se destruyó como ningún poeta en ningún momento lo hizo. Hizo de la honestidad intelectual un heraldo, su heraldo y desde ahí nos recrimina.
  • Las reservas poéticas no pueden ser desconocidas. Vivió la ciudad como ninguno, padeció la poesía y sabe de qué y cómo se escribe; se quemó en sus escritos.
  • Si, ahí está Lemos para recordarnos de vez en cuando como es necesario primero, pensar en el papel del poeta.
    Víctor Bustamante
 Lluvia en la Cárcel

Doris, voy a tragarme la montaña,
voy a beberme la lluvia,
voy a comerme la ciudad. No puedo más.
Ven porque muero de la cintura hacia abajo,
la cabeza está viva para recordarte,
y en esta época de los satélites todavía lloro.
Cae la lluvia sobre la cárcel olorosa a orín
y no tengo nada que me detenga en este viaje definitivo
a la soledad.
Me quedaré aquí si no vienes rápido con tus
pantaloncillos tibios
a salvarme de la pena de muerte.
Ven, reconoce mi rostro de Cristo que condenaron
a un aislamiento;
frío y desolado corro, alcánzame,
duplica los pasos con tus pequeños pies y sube a esta
montaña donde me estoy ahogando.
Ríete en la casa para oírte desde aquí,
sácame los dientes,
miro con tus ojitos chocolates iguales a los míos
que sólo miran los muros de la celda.
Recuerda a tu padre, Boris, y no llores
la tarde que yo muera.
Darío Lemos

CARTA DE DARIO LEMOS A JOTAMARIO

Darío Lemos a Jotamario

Esta es la primera palabra que escribo en cuatro meses, la agonía de posición de no querer escribir. Yo los amo. Pero no hablemos de yo los ame. Sucedió que el esferógrafo saltó exaltado y saliendo del bolsillo se enredó en mis dedos desesperado como si estuviera para terminarse la mina de color.

No soporto las preguntas de la gente; y me gritan y hasta me golpean en la mejilla izquierda y en la derecha como si yo tuviera la culpa de todas esas “oscuridades”. Yo no leo periódicos, no tengo televisor, pero existo entre los hombres y los hombres hablan.

Yo no entiendo, Jotamío, qué es eso de “retirarse”del Nadaísmo,

“dejar de ser nadaísta”, el Nadaísmo no es institución, es un “estado mental”, el espíritu desahogado, ¿Para dónde, si alguna vez se creyó ser Nadaísta, para dónde se puede salir? El Nadaísmo como generación es un candado y sus llaves se perdieron. Cada una de esas individualidades de mi generación que respondan con sus vidas o con su obra o su alienación más allá de la santidad.

¡Yo sé cómo “vuelas” hijo mío, poeta y angel! Yo entiendo desde esta dolorosa ciudad tus “intenciones” ¡ Yo LIMPIARÉ TUS ESPADAS CON MI LENGUA ¡ ¿Te parece poco, muy limitado mi oficio?

Ultimo poema


Ahora que puedo no sólo mirar sino “ver” desde mi cama 
las aguas de un mar sin sal y sin ahogados; 
ahora que puedo guardar esas montañas en el bolsillo 
donde guardaba los cigarrillos amargos; 
ahora que ya casi viajo donde el animal tiene que viajar, 
voy a mirarlo todo con sonrisa de armonía sangrante, 
voy a ponerme nuevamente la pierna derecha, 
voy a poner un serrucho en cada encía 
y voy a “vivir” hasta que muera. 
Y posiblemente amaré las mañanas 
y nuevamente algún crepúsculo peinará mis cejas. 
¿Crees alma mía que este cuerpo fatigado y rebelde, 
medio cuerpo que antes fuera armónico, 
quiera soportar más esta tierra deslucida y cruel? 
¿O mi cuerpo agrietado permanecerá eterna tea? 
¿Llegarán los vientos como las argollas 
que llegaban a mi niñez de pececito sabio 
a refrescar los latigazos de bambalina 
con que mis padres y sacerdotes españoles 
castigaban mi manera de mirar azul? 

Darío Lemos

Esas hojas hijo que vimos hoy en el parque...



Esas hojas hijo que vimos hoy en el parque son 
                                       de caucho
Te digo ésto para no hablarte dolorosos cuentecitos
Prefiero que el cielo te posea
Ya no sé que hacer de tanto amarte
En tí no opera la cosmología
Esas tetillitas rosadas nunca morirán
Eres de jabón.
La cantidad de alambre que envuelves es infinita.

Tu rostro es un paisaje
Sabes a perejil
Hueles a mamey
Miras como Rimbaud
Llevas en la nariz a Dios
Tienes siete años amarillos
Inventaste la risa
                                       y vuelas


Darío Lemos

Nota: Este poema no aparece en ninguno de los libros de Darío Lemos. Fue tomado de los cuadernillos publicados en los años 80 por la Biblioteca de la Universidad de Antioquia bajo la dirección de Gustavo Zuluaga, con un tiraje de 200 ejemplares.


Poema de mi idiotez

Estoy desesperado porque no llueve
porque Dios se olvidó que Darío calla si no llueve
               estoy marihuano
siento en el estómago alacranes y fósforos de guerra
espero suicidarme cuando acabe el cigarrillo
               ahí va...
Voy llegando a cualquier encrucijada
las glándulas arreglan sus ropas para el viaje
voy a vivir al otro lado
también hay cine
y la cerveza es sangre de las vírgenes
Dios necesita un compañero loco
que le ayude a ponerse sus manoplas
y lo lleve cuando ebrio a su buharda.
Me voy en el bus del infierno
no quiero morir sin comer mandarina
con yodo y con alambre
sin comerme un buho asado al calor de unos brazos.
No me gusta el frente de las casas
No me importan los avisos de Neón ni sus maridos.
               Hablo con mi boca
               fumo con mis ojos
No quiero ver mujeres con los brazos lelos
Darío Lemos

Darío Lemos a Jotamario

Jota: esta ciudad no tiene importancia. Lluvia, sol a ratos, lluvia, frío. No soporto
más esta porquería. Todo se gasta en cuatro años por la misma calle, siempre se
deja algo en todas partes. Un abrazo en una esquina, centímetros de suela en las
aceras, todo, a cambio de nada.Mis trabajos, poeta, nada que se pasan a máquina.
Tendré que robar una, porque tengo cositas qué decir. Mucha gripe, mucha. Un
vacío terrible, no tengo deseos ni siquiera de morir. Imposible ir a Cali por ahora.
Además las ciudades son todas iguales, apestan. Yo sugiero para mi gravedad el
mar.
       Sí, es lo último. Allí, se llega. ¿Te gusta el mar? ¿Estar tendido en la playa
mirando en el cielo nubecillas que huyen al oeste? ¿Mirar el brillo de los negros,
la boca como brea y un miembro pequeño gastado por la sal? ¿Redes grasientas
secando sus costillas entre dos palmeras viejas? ¿Cajas traídas en barcos esperando
en el muelle polvoriento? ¿Mujeres de cuerpo duro quemadas por el sol que las
define? ¿Cangrejos oscuros y ciegos caminando en contravía? ¿Turistas lolitas
en short y 13 años? ¿La brisa queriendo llevarse los cabellos más allá, más allá,
donde termina el mundo y comienza a acantilar? ¿Dejarse masturbar por una
ola hembra o macho, pero ola? ¿Mirar alejarse las gaviotas y un poco de ron
en la ventana? Sí, quiero mar para nosotros, dioses podridos de ciudad. Estoy
reventado esta tarde. Te quiero,
Dario lemos

Cambio al país cultural mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas



Medellín, enero/84


Querido Juan Luis:

     Acabo de encontrarme contigo en un periódico que misteriosamente ha llegado a esta cama donde estoy hace un año. ¡Verdaderamente quisiera ser un pulpo para abrazarte mucho!

     Y aprovechando unas hojas de papel que también misteriosamente aparecieron sobre mi almohada de enfermo, te escribo para enviarte, no la dosis de veneno que tenían mis cartas, sino una copa de amor para que brindemos por la muerte.

     Y le envío a la cultura colombiana, que por algunos motivos representas, mi pierna derecha para que sea colgada y exhibida como escarnio. Yo me voy de este mundo monótono del hombre. Y entrégales también mi libro que debe estar editando Colcultura, mis Sinfonías para máquina de escribir, que estuvieron extraviadas tantos años y que ahora publicadas dejarán de ser mías, porque los poemas cuando se publican son como hijos que se van. Ahora después de muchos años de no querer participar en la trampa que el arte ofrece a los artistas para que se disfracen, estoy escribiendo "Gran Canto a la Alegría", pero no como esperan algunos poetas de mi país, que me levante por fin después de tantos años y diga "mi verdad"; se equivocaron, yo sólo ofreceré "mi versión". La veradd no es cosa de los hombres.

     Si Fernando González escribió sobre los nadaístas antes de morir: "¡Eureka, ya nació, por fin nació la poesía en esta Colombia que era nada, paja, nada. Ya no me iré tan triste, pues por fin vi nacer mi patria",  yo, en cambio, me voy un poco triste porque dejo un paisaje desolador en la poesía colombiana. Los poetas están escribiendo poesía "sumisa". Ellos no saben que en la poesía -cuando es alta poesía- el poema se sale del poema; la poesía adquiere alas, como adquirimos alas los poetas a quienes nos amputan la pierna.

     ¡Mira, Juan Luis, esa foto de Rimbaud! ¡No me estremezco! y a pesar de que es considerado el rey de los poetas, su poesía no me deslumbra, aunque sé que es escrita por un poeta de "raza superior"; y ahora ese "dulce niño" y yo nos tenemos confianza: tuvimos que buscar el equilibrio inventando el arte ignorado, olvidando el arte. ¡Existe entre nosotros cierta complicidad! En los primeros años hundidos en la poesía hasta la demencia, y luego ese desgano, ese decir a la sociedad de la época que la única manera de encontrar a Dios no es el arte, que hay que ser ángel y demonio para que resulte el "santo". Porque aunque él sea Rimbaud, todavía es terrenal. Lo único extra que puede permitirse es la aureola. ¿No recuerdas, Juan Luis, que también una mañana lo encontraron muertecito? Y mi amigo Gonzalo Arango, que fue mi compañero en la lucha que salvaría a mi generación de los mitos, desde la juventud, también una tarde viajando en auto recibiendo el aire se quedó para siempre mirando el horizonte. Y así Gonzalo me ha tomado siete años de ventaja en el conocimiento de "el misterio". El, que todavía se interesaba por algunas cosas del mundo, se me fue primero. (¡Ventajoso!).

     El, que me dijo la última vez que hablamos: "Poeta, yo moriré en la cama porque he sabido elegir mis enemigos", ese mismo estuvo siempre dándose golpes en la vida y el último golpe lo mató. Pero él ya estaba desnudo y el último lastre que llevaba era el amor, ya estaba preparado para llegar al lugar de las sombras. Y ahí lo tenemos, agigantado, devorando etapas para llegar a lo eterno. En pocos días yo saldré de la tierra por un hueco diferente, pero que conduce al mismo sitio, y posiblemente nos encontremos para seguir "navegando". Y juntos iremos de vacío en vacío.

     Esta muerte, querido maestro, que comenzó en el pie y subiendo se apoderó de mi cuerpo en busca de órganos vitales, esta muerte que vivo no me deja "perplejo"; sólo siento una alegría maliciosa, una ansiedad, como si estuviera esperando el tren que me llevaría a esos mares que dejaré en la Tierra. Con naturalidad. Sin sobresaltos. Yo comencé a morir desde mi nacimiento y he muerto muchas muertes; esas muertes de la vida que son las verdaderas muertes. Entonces pensarías, Juan Luis, si el poeta es un experto en muertes, ¿por qué está haciendo esa algarabía, por qué no deja dormir esta noche, por qué no borra los poemas que escribió y se marcha sumiso como ha sido, hacia su destino que le señalan otras "fuerzas superiores"? Sucede que Darío Lemos tiene todavía su mitad en la Tierra: Estoy todavía ocupado como todos los poetas, "decorando". Esta no es una confesión, porque los pecados que tenía los perdoné yo mismo; no es una advertencia, porque mi reino no es el reino de los jueces. En el último año que he estado en esta cama, junto a la misma ventana, mirando el único pedazo de cielo que me es posible, he caminado sin piernas más kilómetros que esos cuarenta años que estuve en fricción con la ceguera de los hombres.

     No quiero decir que haya llegado al "conocimiento". Así como escribir poesía es un aberrante acto de soberbia, sería yo un soberbio si te dijera que he llegado por fin a los jardines de piedra, donde no hay ni sed, ni encrucijadas, ni tangentes. Es cierto que abandoné el cuerpo que no me pertenece porque mi pierna derecha, en la que sólo me podría parar como una garza, está tomando ese color lila que luego pasará a ser violeta hasta llegar a gangrena. Entonces los médicos se frotarán las manos y pedirán la segueta. Y ya sin remos y sin uñas, sólo quedará ese tronce de araucaria delgado soportando la cabeza donde permanece guardado el secreto. Y nadie llorará mi embarazo de Dios.

     Pero sin piernas estaré más liviano, perderé el contacto con la tierra, en el momento de "elevarse" quedará más fácil. Y posiblemente permaneceré volando ceremoniosamente, como un gallinazo sobre las montañas de esta ciudad dolorosa, que es sólo una inmensa piscina forrada en oro de placenta y pecaditos, esta ciudad que llevas en el bolsillo de tu corazón y que años ahora que vives en esa capital más fría que las academias.

     Y es, querido mío, que yo me voy pero queda lacrada mi historia clínica, en esos sanatorios mentales donde me clasificaron, donde encontré vociferando a Artaud, esos templos donde llegaba en los veranos a cambiar la armadura oxidad, para regresa a la guerra del engaño en los inviernos. Esos sanatorios donde alejándome del arte descubría a Dios enredado en la encías desnudas de mis alienados.

     Me voy, pero caminaré todas la noches en el túnel orinado de esas cárceles de mi pobre país, donde viví, hechas como los uniformes militares, de mierda y soledad. Y me quedo también en el corazón de Puma y de mi hijo Boris, ese gnomo que aparece siempre de cabezas en mi limitada "obra" y que entrego a Jesucristo que es el encargado de las cosas del "Gran Padre" en esta tierra.

     Me esperan en la sala de cirugía. Me operarán de nuevo en el Hospital San Vicente, con toda la pobreza que merezco.

     ¿Te imaginas a Darío Lemos tratando de cazar el pajarito Dollar, hablando del dinero abstracto, negociando con su arte? Es cierto que en este país impersonal, con un presidente sudoroso que no tiene la culpa, todavía existe un fondo económico para esta cultura que muere como las iguanas: con la cola separada del cuerpo, y con espasmos. Y tú, creo que manejas ese oro. ¡Aleluya! Cierra la ventana para que abajo los súbditos no escuchen el negocio de dos hombres honestos. Se asombrarían. Se trata solamente de regresar al "trueque", un cambio de especies. Cambio al país cultural que representas mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas. Puede ser grande o pequeña; como no tengo cuerpo, en todas me acomodo. Pasaría en ella sentado caminando las últimas tardes, y luego cuando llegue el momento, la dejaría a un lado de la tumba para salir todas las noches a fumar el mismo cigarrillo que me causó la muerte, y a mirar la luna, romántico y ausente en la nada, como romántico idiota fui en la vida.

     A esta hora comienzan los dolores como obedeciendo a un reloj interno. Voy a dormir un poco y mañana seguramente mi desayuno sobrará.


Darío Lemos.

Parpado Teatro - Lemos 2 canciones


http://www.youtube.com/watch?v=-AZ38uAInnE

Victor Bustamante sobre Dario Lemos

http://www.youtube.com/watch?v=qA2_Xl8CX30
Dario Lemos, Un retrato.
http://www.youtube.com/watch?v=9hHcQEZorWI
El valle de la permanencia.

Espero llegar a cero ceremoniosamente,
abultada la espalda como un enano camello,
las uñas afiladas de masticar mucha hostia.
He visitado los lugares que en el mundo yo creí transparentes.

Abundancia de mierda gelatina en los cerebros
y muchos cristos robando mi comida.
Ensuciaré los altares, porque mi ceremonia son negras
como gafas de detective polaco,
sacaré los ojos de mis fieras, amarillas en el recuerdo,
y hundieré mis dedos en esos huequecitos tristes
donde ningún explorador había llegado
!Alabanza! Grito de paz a las niñas que me amaron
y dejaron sus úlceras lacradas en mi santo semen.
Me reconcilio con la vida para merecer la muerte
¡festejo! ¡festejo siempre!
Cuando vestía de blanco, ¿era yo un hombre oscuro?
La luz me rodeará de luz como una culebra
subiendo hacia el valle de la permanencia,
y permaneceré y veré.


Darío Lemos.

YO SOY DARIO LEMOS.wmv

http://www.youtube.com/watch?v=akixwFcUOk4

YO SOY DARIO LEMOS.wmv


Yo soy Darío Lemos

Yo soy de nombre y apellido dariolemos.
Todo el mundo cree que dice una gran verdad cuando declara que existe.
Yo digo para contrariar la verdad que yo no existo.
 Mido 1,76 en verano y 1,78 en invierno.
Soy la dimensión de las estaciones.
A veces, cuando no tengo que pensar,
mido por kilómetros la angustia y la inutilidad de vivir.
Visto simplemente, sin exageraciones, con un formidable desdén por la moda.
Tengo chaqueta de aviador que nunca estuvo en la guerra.
Vivo de la poesía, o mejor, la poesía vive de mí.
 Nunca tengo dinero, ni me interesa.
 Tengo en cambio abundantes amigos
que pagan por mí en tributo a mi genio
y a la amistad que les concedo por minutos,
 pues nadie es digno de mi compañía.
Las mujeres se derriten de deseos bajo este sol tropical,
 porque yo cobro las miradas y los besos a precios muy altos y generalmente en dólares.
¿Qué más puedo decir de un poeta excepcional como yo?
Bailo rock and roll cuando la marihuana relaja mis músculos…
 De noche, cuando la ciudad duerme, me provoca asaltar a los ciudadanos, abofetearlos y gritarles que van a morir que desocupen la soledad,
 esos dominios de la poesía en los que me paseo como un emperador.
En síntesis, soy un poeta sin antecedentes, y no dejaré sucesores.
Conmigo nace y muere la poesía. No diré otras cosas porque no duermo esta noche.
¡Ah, se me olvidaba decir que no amo a nadie, y que nada me interesa!
 
Darío Lemos