miércoles, 24 de abril de 2013


Darío Lemos: “Cuando el poeta muere”,

Darío Lemos: “Cuando el poeta muere”, por Víctor Bustamante


  • Sí, Darío Lemos otra vez. Transgresor como ninguno: tierno y sumiso cuando le convenía, iconoclasta desde su poema Yo soy Darío Lemos, al cual permaneció fiel. Mentiroso, vividor, tránsfuga para aprender a sobrevivir en la calle. Ningún poeta en el país ni en ninguna parte fue tan transgresor: repudió y fue repudiado por su familia; sus amigos le sacaron el cuerpo por ser el buen ladrón como lo definió su gran amigo; habían olvidado que su gurú había dicho que los nadaístas eran locos y peligrosos. Inventó nuevas metáforas y un nuevo lenguaje como ninguno de su generación. Nunca fue premiado, ni becado; lo cual sería inaceptable en un espíritu fiel y rebelde hasta el último minuto de su vida; desolada para unos pero exuberante para él.
  • Nunca escribió protegido por nadie, nunca obtuvo un reconocimiento, nunca fue jurado de nada porque el país cultural, perdón, gutural de su momento no lo vio. Nunca escribió por encargo, ni por deseos de figurar, y sin ninguna subvención y por eso es doblemente valioso.<BR>Fue mas allá, no hasta el límite sino que se hundió en el abismo. Rimbaud, el poeta que más menciona y, a veces detestable, se convirtió en mercader de esclavos. Baudelaire vivió celoso de su madre; Verlaine se reconcilió con su esposa y sus suegros y, no sólo hizo célebre a Rimbaud, sino que vendió su poesía y lo imitó sin ser un mito. Lemos simplemente se abandonó.
  • Ninguno de ellos fue hasta el abismo y ningún escritor, fue hasta esa utopía, siempre en busca de algo nuevo como diría Baudelaire. Tal vez Artaud, tal vez Genet, Celine, Barba Jacob, Bukowski se hundieron en el fango de sí mismos para sacar y exprimir nuevas metáforas y escribir con el corazón transgresor.<BR>Ningún poeta en ninguna parte fue como él capaz de asumir su maldición, que era su perversidad interior. Destruyó sus castillos interiores, familia, amor, amistad. Siempre permaneció fiel así mismo como una cárcel, su cárcel y su condena. Se destruyó como ningún poeta en ningún momento lo hizo. Hizo de la honestidad intelectual un heraldo, su heraldo y desde ahí nos recrimina.
  • Las reservas poéticas no pueden ser desconocidas. Vivió la ciudad como ninguno, padeció la poesía y sabe de qué y cómo se escribe; se quemó en sus escritos.
  • Si, ahí está Lemos para recordarnos de vez en cuando como es necesario primero, pensar en el papel del poeta.
    Víctor Bustamante

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