miércoles, 24 de abril de 2013

 Lluvia en la Cárcel

Doris, voy a tragarme la montaña,
voy a beberme la lluvia,
voy a comerme la ciudad. No puedo más.
Ven porque muero de la cintura hacia abajo,
la cabeza está viva para recordarte,
y en esta época de los satélites todavía lloro.
Cae la lluvia sobre la cárcel olorosa a orín
y no tengo nada que me detenga en este viaje definitivo
a la soledad.
Me quedaré aquí si no vienes rápido con tus
pantaloncillos tibios
a salvarme de la pena de muerte.
Ven, reconoce mi rostro de Cristo que condenaron
a un aislamiento;
frío y desolado corro, alcánzame,
duplica los pasos con tus pequeños pies y sube a esta
montaña donde me estoy ahogando.
Ríete en la casa para oírte desde aquí,
sácame los dientes,
miro con tus ojitos chocolates iguales a los míos
que sólo miran los muros de la celda.
Recuerda a tu padre, Boris, y no llores
la tarde que yo muera.
Darío Lemos

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